A esta hora de noche, Bogotá era un espectáculo de luces carnavales, una aurora boreal en los trópicos que podría ver de este barrio escuálido que no tenía agua los sábados. Éste lo aprendí a duras penas: estaba en un edificio sin agua en un sábado cuando lo necesitaba para limpiar las heridas de mi pareja.
Nos estaba buscando una pandilla. Era un grupo de caballeros honorables apodado Los Mancos. Creo que teníamos 15 minutos hasta que se dieran cuenta que no íbamos darles el flash drive. Yo les dije un cuento que nos íbamos reunir en la plaza de Santander. La verdad es que ese flash drive era de ellos, y los iba robar. Pero me cogieron y no sé cómo viendo que me aseguro de actuar cautelosamente.
15 minutos. En esos minutos van a pasar horas. Pero primero mi nena estaba sangrando demasiado y tenía que limpiarle sino iba sufrir de una infección fatal. No quería que muriera por algo tan banal. De repente fuimos al techo y ahí estaba un recolector de agua de lluvia. No sabía que tan fresca era el agua, pero tenía que limpiarle ya.
10 minutos. Averigüé mi móvil para ver las cámaras de la calle. Aun no vi a nadie alrededor. El sector no es como la candelaria. Aquí las calles forman un nido de ratas. Ni ratas: al menos las ratas tienen orden. Ciudad Bolívar, después de tantas décadas de renovación, aún sigue siendo un laberinto. Mi ventaja era que ya sabía las calles por memoria. Tenía el mapa en la cabeza. Bajé un archivo que encontré en la base de datos del municipio.
5 minutos. Encontré una cobija delgada. Estaba pensando en usarla ésta para escondernos, pero sería demasiado obvio. Averigüé la cámara otra vez: ya estaban corriendo y estaba a un bloque de este edificio. Tenía batería suficiente para sólo 5 minutos. Tenía que contar la energía.
La llegaron. Alguien tumbó la puerta del frente y escuchaba los pies en el primer piso. Tuve una idea. Acerqué a Mariluz a mi cuerpo y activé la invisibilidad. En la esquina estuve ahí, mientras tanto apareció un man, calvo salvo por un poco de pelo en su nuca. Podía ver sus neuro-aparatos al lado derecho de su cabeza. Miraba por el techo, y hasta reparaba la esquina donde estuvimos. Después de 30 segundos, se fue abajo a reunirse con sus otros chachos.
Me aseguré de que se fueron todes. Como los taxis no vienen por acá, tenía que llamar a una amiga que tiene auto. No hizo preguntas, y que bueno era eso. Una vez estaba varada en Chía en la puta mierda, y aun fue a recoger. Siempre le pagaba bien.
Ella nos dejó en la portería de una torre en Chapinero. El portero me ayudó llevarla a mi apartamento. Yo la pagaba y Mariluz vivía conmigo. Mariluz ya se estaba despertando más pero aun no consciente totalmente. La puse en la cama en un cuarto que tenía la vista de los televisores de la plaza de los tiempos. Averigüé su mente a través de la conexión neural. Normal. El momento en que ella me dio acceso a su mente por el neuralink era lo más romántico de mi vida. La amaba mucho y aún la sigo amando.
Mientras tenía el enlace abierto, miraba por el apartamento. Ya llevamos casi un año aquí. Antes cuando estuvimos on the run, un hogar permanente era lujo. No podía perjudicar este don del universo. Mañana tenía que levantarme temprano para comenzar mi trabajo con Teleperformance. Era su ingeniera de seguridad principal.
El trabajo casi no paga nada. Por eso hago gigs en mi tiempo libre. Solo paga 9 millones de pesos mensuales. Este apartamento y el gym de Mariluz cuesta. Ella sí sabe conducirse en batalla, pero hicimos acuerdo de que sería mi nena y la cuidaría. Me da las gracias de su manera tierna. Este archivo tenía datos sensibles de mi compañía. Alguien se había metido en nuestro centro de datos y robo toda la información. Este flash drive podía almacenar 15 terabítas.